Lechón: bravos hermanos ‘vikingos’ en el campo de Daroca

FUENTE: Heraldo de Aragón.

En Lechón no hay mucha gente. Sultán, perrillo curtido en mil arcenes, encontró acomodo y cariño en una casa del pueblo que patrulla cada día con esmero. Los hermanos Castillo le caen bien; sería complicado saber hasta qué punto su complicidad viene del olfato, dada la golosa profesión que han elegido estos zaragozanos con raíces en el pueblo. Desde hace un tiempo, también tienen negocio instalado en sus lindes. Antonio (31 años), Arvidas (29 recién cumplidos; sí, se llama como el baloncestista lituano, la historia merece un aparte) y Leyre (la benjamina, con 23) hacen la hidromiel Rasmiabebida vikinga, néctar de dioses.

La idea es tan simple como osada, fórmula de riesgo en tiempos de crisis que puede conducir al éxito moderado o el fracaso instantáneo. Opción A, por ahora. En vez de fermentar el zumo de uva o maltear cereal, trabajan un mosto procedente de la mezcla de agua y miel añadiendo levaduras. La punzada del emprendimiento la han ido canalizando los Castillo a base de picotazos de abeja –el mal tiempo mosquea a los laboriosos animalitos, por cierto– y mucha ilusión. Sus padres echan una mano cuando es menester; él es de Romanos y ella de Lechón, por lo que marca el enlace de la familia con el pueblo.

La empresa y su aragonesísimo nombre comenzó a andar a finales de 2015. Leyre estudió el grado superior de Enología en Cariñena; Arvidas es geólogo y paleontólogo, un científico sin afanes fermentadores hasta hace poco. La hidromiel se comercializa en un número creciente de formatos. «La variedad clásica –apunta Arvidas– es agua, miel y levadura, con unos ocho grados de alcohol, recuerda un poco al vino dulce y la sidra. También tenemos en botella la Malay, con especias, clavo y jengibre. La variedad Lapsang viene del té negro del mismo nombre, con un toque ahumado».

Botellines vikingos

Los productos de Rasmia que más salida están teniendo son las variedades en botellín con lúpulo y manzana. Los nombres se las traen: ahí entra en juego la estética de la propia denominación y el diseño que la acompaña. «La Lupo –explica Leyre– es por el lúpulo, Tito es porque ‘Tito alba’ es el nombre de la lechuza y su cabeza tiene forma de manzana, elemento que se añade en esta variedad. Porcus es por el término cerdo en latín, y alude a un lúpulo más tostado, que supone obtener más rudeza en el sabor. Seguimos experimentando con nuevas variedades».

La aventura tiene su cimiento en un impulso apícola. Antonio empezó con las colmenas y tiene miel propia, El Albar, desde 2012; parte de su producción está dedicadas solamente a producir para el licor familiar. «Lo de la hidromiel –puntualizan Arvidas y Leyre– nos vino de ‘El Señor de los Anillos’, ‘Juego de Tronos’, el mundo vikingo… empezamos probando en casa con garrafas de cinco litros para los colegas. Vimos que salía algo bueno y empezamos a hacerlo en depósitos pequeños, en el almacén de la miel de Antonio».

SALIDAS VARIAS

Rasmia se vende de fábula en las ferias medievales, además de entornos relacionados con el cómic, y puntos de encuentro más grandes como la celebración de los Amantes, que tendrá lugar el mes que viene en Teruel. Rasmia es pionera en el producto dentro de Aragón; hace poco ha abierto una segunda empresa en la Jacetania, Guerrero. También puede conseguirse en varios puntos de la capital de provincia, como La Alacena de Aragón de la calle de Don Jaime, el bar Multiverso (temático de juegos de rol) o la herboristería La Salud. La tienda ‘online’ es el próximo paso, aunque se atienden pedidos por Facebook o correo electrónico.

Los hermanos llevaban toda la vida viniendo al pueblo, a casa de sus abuelos, y la traslación de urbanitas a emprendedores rurales ha sido liviana. «Siempre me gustó esto –apunta Arvidas– y sabía que haría algo aquí». «Yo duermo el doble de mejor –dice Leyre– y si apetece ver más gente, Daroca y Calamocha están a un paso. Zaragoza también, en realidad».

Arvidas no rehúye el tema de su nombre. Es más, lo aclara con franqueza. «No conozco personalmente ningún otro, entiendo que llame la atención. Mi padre es muy aficionado al baloncesto y admiraba a Sabonis: ya lo intentó con mi hermano Antonio y mi madre no le dejó. Conmigo se escapó al registro y ya no hubo remedio». «Mi madre le pidió que al menor le pusiera Jorge, que es el segundo nombre de mi hermano», aclara Leyre. De momento, el trío fraterno va ganando el partido de largo…

Dos en la trufa: aliados en la competencia

Luis Herrera y Jesús López son casi quintos, y empezaron en el negocio de la trufa a la vez. Herrera comercializa su producto bajo la marca Imperial (trufasimperial.com) y López lleva Trufas Fashion. «Con mi familia –apunta Herrera– empezamos Imperial como negocio familiar hace tres años, seis después de los primeros cultivos. Buscaba diversificar un poco la tierra, tener algo más que el cereal de secano, ahora que llueve poco. Quería probar algo que dejara más margen y tener faena continua, también en el invierno. Es una aventura que tiene dificultades: le hemos puesto riego y ha habido años buenos, otros más flojos como el actual, pero estamos contentos. Jesús empezó a la vez; somos competencia en Lechón y en la zona, pero también aliados. Pienso que estar solo en algo no siempre es bueno; saber que hay otro en tu situación ayuda a superar problemas y buscar cada vez mejor producto». Dicho y hecho: hace dos semanas, Truzarfa premió a Imperial con el título de trufa con mejor aroma en la feria de Vera. Las trufas de Lechón son de la variedad negra o Périgord. Tienen salida en restauración del área, intermediarios y también ‘online’.

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