La primavera ya está aquí

En estas fechas, es fácil darse cuenta de que el entorno natural ha cambiado, incluyeno a plantas, animales y también la meteorología. Y es que la primavera ya está aquí, y el cambio gradual hacia más horas de luz, más temperatura, y las tan esperadas lluvias primaverales, han hecho saber a las plantas que es un buen momento para comenzar a producir flores y reproducirse.

Como ya contamos en una entrada anterior, hemos trasladado las colmenas situadas en el Valle del Ebro, hasta el Sistema Ibérico. Se trata de dos zonas muy diferetes geológica y climáticamente, así que la flora y sus tiempos de floración varían de uno a otro. Así pues, mientras en el Valle del Ebro la temporada de floración del romero toca a su fin, en el Parque Natural del Moncayo, donde hemos llevado parte de las colmenas, el romero está todavía en plena floración. Además a éstos se unen tomillos, milenramas, orquídeas, aliagas, rosales silvestres, espinos y muchos otros grupos de plantas, que juntos hacen de esta zona una de las más productivas para las colmenas en estas fechas.

Flores de tomillo (Thymus sp.)
Flores de espino albar, o majuelo (Crataegus monogyna)
Vista de los tomillares próximos a uno de los colmenares, con la floración comenzando. Al fondo, las colmenas.

Todas estas flores son visitadas y aprovechadas por las abejas. Las obreras van en busca de polen y/o néctar, que utilizarán para alimentarse ellas y el resto de la colmena, incluidas las larvas. Este ir y venir en la recolección, de unas flores a otras, es aprovechado por las plantas para reproducirse. Ya que las plantas son organismos sésiles, incapaces de desplazarse (al menos como entendemos que se desplaza un animal), utilizan a las abejas (y muchos otros animales) para transportar sus genes, contenidos en el polen, hasta otros individuos. Así, las abejas producen involuntariamente la fecundación de la flor y el consecuente desarrollo de frutos y semillas que darán lugar a la descendencia.

Este frenesí reproductivo de la primavera, como sabéis, no afecta solamente a vegetales, pues aves, mamíferos, anfibios, reptiles, y muchos invertebrados también aprovechan estas fechas para comenzar su temporada reproductiva, iniciando cortejos y trayendo al mundo a la descendencia. Y por supuesto, las abejas, como muchos otros insectos, también utilizarán esta época de bonanza de recursos para reproducirse. El ciclo reproductivo de las abejas melíferas es algo complejo, y diferente a otros tipos de reproducción más comunes o conocidos.

Este tema será objeto de una futura entrada del blog, así que aquí solamente os hacemos un pequeño spoiler. Para entender la reproducción de las abejas, hay que tener en mente que la colmena entera en su conjunto funciona como un único individuo, a efectos de reproducción y genética. Esto se debe a que la capacidad reproductiva recae únicamente en un individuo, la reina. Así, la reproducción de una colmena comenzaría por engendrar una nueva reina, que formará un nuevo enjambre (conjunto itinerante de obreras y una reina), que formará una colonia nueva.

La reina, una vez fecundada, pondrá huevos de los cuales nacerán individuos hembras. Dependiendo de la alimentación, estas hembras serán estériles (obreras) o fértiles (reinas). Normalmente las obreras alimentan a las larvas con polen, miel y un poco de jalea real los primeros días, para formar nuevas obreras. No obstante, si el espacio de su colmena se ha quedado corto para tanta abeja, la colonia comienza en estas fechas la “enjambrazón”: las obreras alimentarán unas pocas larvas con jalea real durante todo su estadio larval, para engendrar nuevas reinas. Éstas crecen en unas celdas especiales, más grandes, denominadas realeras, donde hacen la metamorfosis. A la vez, la reina comienza a poner huevos sin fecundar (sí, puede hacerlo), de los cuales nacerán machos, conocidos como zánganos, que junto con zánganos de otras colmenas, fecundarán a las nuevas reinas. Cuando éstas eclosionan de las realeras deben disputar la permanencia en la colmena natal, donde sólo quedará una. El resto, sale volando acompañada cada una de un pequeño séquito de obreras que siguen las sustancias químicas que produce la reina. Cada enjambre es una colonia nueva potencial, sólo necesitan un buen refugio donde establecerse y zánganos para fecundar a la nueva reina. En estas fechas es común ver enjambres volando o posados sobre vegetación cercana al colmenar. Cuando la reina se posa en algún punto, su fiel séquito sigue su rastro químico y la cubren por completo, formando una bola de abejas que permanecerá ahí hasta que la reina se mueva.

Enjambre posado en un rosal silvestre, en las inmediaciones del colmenar. En el núcleo de la bola de abejas, se encuentra la reina.

Una vez el enjambre encuentra un refugio, o colmena vacía donde instalarse, la reina saldrá en su vuelo nupcial en busca de zánganos. Tras la cópula, los zánganos mueren y la reina vuelve a su colmena, donde empezará a poner huevos fértiles, para aumentar su censo de obreras y sacar adelante una nueva colmena. Si no hay suerte y la reina no encuentra zánganos, comenzará a poner huevos sin fecundar, que darán lugar a zánganos con los que podrá reproducirse, e iniciar su colonia.

Así que los apicultores también aprovechamos la primavera, y el ciclo reproductivo de las abejas, para “doblar” colmenas. Cuando una colmena está muy llena y fuerte, comienza la enjambrazón. Aprovechamos las realeras producidas para crear nuevas colonias, introduciendo una realera y una buena cantidad de obreras en una colmena vacía. De esta manera, podemos mantener el censo de colmenas año a año, a pesar de las bajas normales de los inviernos duros, que suelen castigar a las colmenas más débiles.

 

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